En Bolivia, los cholets se han convertido en un fenómeno arquitectónico que transforma el entorno urbano con una identidad visual tan llamativa como controversial.
A lo largo de la última década, ciudades como El Alto y La Paz han sido testigos de la emergencia de edificaciones coloridas, ornamentales y de múltiples niveles conocidas como cholets. Inspirados en la estética andina y popularizados por figuras como Freddy Mamani, estos edificios han despertado tanto admiración como debate. Si bien representan un símbolo de ascenso social y orgullo cultural para algunos sectores, también abren interrogantes sobre su coherencia con el entorno y su aporte al desarrollo urbano sostenible.


Cholets: expresión cultural o exceso visual
Los cholets han sido interpretados por muchos como una reivindicación estética de las culturas originarias, especialmente aimaras, en espacios antes dominados por paradigmas arquitectónicos occidentales. Esta arquitectura incorpora colores intensos, simetrías geométricas, motivos precolombinos y una composición visual exuberante. Sin embargo, también ha sido señalada por su desconexión con el tejido urbano tradicional, lo que ha generado críticas desde sectores arquitectónicos y sociales que cuestionan su funcionalidad, su relación con el contexto y su impacto a largo plazo.


Identidad cultural vs. espectáculo arquitectónico
La proliferación de variantes de esta arquitectura en distintas zonas urbanas plantea el riesgo de caer en una reproducción superficial de símbolos culturales. El diseño de muchos de estos edificios se enfoca en lo decorativo antes que en lo estructural o contextual, dando lugar a lo que algunos críticos describen como un “carnaval arquitectónico”. Esta tendencia pone en discusión la necesidad de una arquitectura que dialogue con la historia, el entorno y las necesidades sociales, en lugar de centrarse únicamente en lo visual.


Reflexión urbana: ¿hacia dónde va el diseño de nuestras ciudades?
En un contexto de crecimiento urbano acelerado, Bolivia se enfrenta al desafío de repensar su arquitectura en función del equilibrio entre identidad, funcionalidad y sostenibilidad. Si bien el estilo andino contemporáneo ha logrado visibilizar nuevas narrativas estéticas, la construcción de ciudad requiere una visión integral que contemple inclusión, habitabilidad y armonía con el entorno.